Aquiares es un pueblo campestre que se ubica en las faldas del Volcán Turrialba, empotrado en la finca cafetalera que lleva el mismo nombre.
La finca no vive sin el pueblo y el pueblo no vive sin la finca. Esta es una historia de amor entre finca y pueblo, que los ha llevado a una simbiosis perfecta con más de 100 años de existir.
Llegué ahí la primera vez para visitar la catarata de Aquiares con un grupo de buenos amigos. Hicimos nuestro pic-nic y disfrutamos del paisaje y del agua helada de la catarata.
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La cascada está dentro de la finca de café y aunque está en propiedad privada, los dueños permiten el libre acceso por lo que es un balneario natural que está disponible para todo visitante conocido o desconocido por la gente del lugar, y nosotros no fuimos la excepción. Cualquiera de los pobladores te podrá decir cómo llegar. Hasta hay una zona de estacionamiento disponible dentro del cafetal para el que quiera visitar esta bella caída de agua. ¡Más sería gula!
El pueblo de Aquiares está abrazado por la finca, creando una galería de acuarelas al aire libre. Para cualquier lado que se mire, hay vistas de postal…
Y ni que hablar de su iglesia: Se construyó con materiales importados desde Bélgica, creando una ermita de encanto. Hoy en día, es la joya de este pueblo, Patrimonio Nacional y gran orgullo de los Aquiareños. No dejés de visitarla ya que es todo un ícono, y le da un toque muy especial al pueblo.
Hacienda Esperanza
Luego, ya dejando el vacilón con los amigos, el pic-nic y la tertulia, tuve la oportunidad de conocer a fondo la finca y todo lo que concierne al café. Inclusive pude hospedarme en la casa de los dueños, privilegio de unos pocos hasta ahora, pues ya han abierto la opción de poder alquilar toda la casa. Al menos puedo presumir y decir que fui de las primeras en experimentar la gran casa.
Esta casa, es un lugar de calidez humana. En todos los aposentos se está muy a gusto. Rodeada de árboles y jardines bien cuidados, se aprecian cantidad de aves, flores, y se vive la tranquilidad.
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Es una bella casa de campo. En la sala me sentí como en una hacienda del sur de los Estados Unidos, muchos sillones, cuadros, adornos finos, todo en madera, muy acogedor y espacioso. Los cuartos eran más sencillos en cuanto a adornos, pero muy cómodos. Varios baños, un comedor muy incitante, y una terraza, que fue sin duda mi lugar preferido. ¡Me encanta el aire libre!
La casa se alquila con el desayuno y la cena incluidos. Te lo preparan dos cocineras de la finca que tienen una excelente cuchara. ¡Todo exquisito!
Ellas están pendientes de lo que uno necesite, y su fuerte es hacerte comer sin parar pues todo lo que hacen es delicioso. No hay manera de decir “no” a esta tentadora comida. Así que no tuve alternativa y comí y comí y comí… Alguien tiene que hacer el trabajo duro… Definitivamente te hacen sentir como en casa.
La finca es enorme. Hacen visitas guiadas, llevándote desde la planta hasta la taza de café.
Coffee- Tour
Super interesante aprender todo el proceso de nuestro grano de oro. Las excursiones son interactivas, se aprende muchísimo. Se aprecian vistas espectaculares, se visita el cafetal, el beneficio, y se conocen los diferentes tipos de café que se consumen. Durante el tour, no se deja de lado la armonía con la comunidad. La guía saludó a todas las personas con las que se cruzó, a todos los conocía. Es un pueblo pequeño, y todos se ayudan. Aquí todo va de la mano, si crece la finca, crece el pueblo.
No me podía ir sin catar lo que yo llamo “la bebida sagrada”, así que al final del tour te ponen a prueba con todo lo que te enseñaron, y a catar se ha dicho.
Además de visitar la finca, podés hacer un recorrido a caballo como otra opción de excursión desde la finca. En ambas actividades se visita siempre la famosa catarata de Aquiares y la Iglesia. Los dos imperdibles del lugar.
También podés comprar café en su tiendita o algún recuerdo, que de hecho siempre son artesanías de gente local, con el fin de promover los emprendimientos comunales.
Yo diría que la finca de Aquiares ha sido lo mejor que le ha pasado a este pueblo. Se respetan, se ayudan, prosperan. A pesar de todo este crecimiento, no dejan de seguir siendo un pueblo rural y campesino. Eso significa que han sabido crecer sin dejar de lado las costumbres del campo, fomentando las tradiciones de la comunidad, creando programas deportivos, educativos y cultivando el bienestar y el progreso de todos sus habitantes. ¡Se nota en la gente! Cálidos, felices, tranquilos y amables. Así percibí a los lugareños. Ojalá todas las empresas tuviesen esta visión ejemplar. Volvería a visitar este lugar sin pensarlo dos veces.
¿Te gustaría ir?
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